Mario García Cueto, CEO de Aserta Europa.
Con la mirada puesta en el horizonte de 2025, la economía global se encuentra inmersa en profundas transformaciones que moldean un panorama lleno de oportunidades, pero también de riesgos. A continuación, y en línea con la reflexión que hice a comienzos de año, expongo cinco claves que definirán el contexto económico y financiero global, europeo y español durante el próximo año, en base al análisis de las tendencias actuales y de las perspectivas.
El papel central de la geopolítica en un mundo tripolar
La geopolítica continúa desempeñando un papel central en la configuración de la economía global. En 2025, el mundo se consolidará como un sistema tripolar liderado por Estados Unidos y sus aliados, China y sus aliados, y un tercer grupo de países que, gracias a tu tamaño, intentarán ser más o menos neutrales y beneficiarse de alguna forma de la rivalidad entre Estados Unidos y China, entre otros, por ejemplo, Brasil e India.
Esta fragmentación geoeconómica está impulsando estrategias como el “friendshoring” y el “de-risking”, que buscan reducir las vulnerabilidades de las cadenas de suministro y fortalecer la seguridad económica. Sin embargo, estos cambios también generan tensiones inflacionistas y mayores costes, aspectos que exigirán a las empresas y gobiernos adaptar sus estrategias.
Por el momento, la actividad económica ha demostrado una mayor resiliencia de lo esperado en 2024. Las previsiones para 2025 apuntan a un modesto crecimiento económico mundial, del 3,2% según el Fondo Monetario Internacional (FMI) con la balanza de riesgos inclinada a la baja.
Transformaciones globales: digitalización, transición energética, seguridad y envejecimiento poblacional
La transición hacia una economía más sostenible y digital continuará siendo un motor clave en 2025. El auge de la inteligencia artificial, la automatización y la robotización prometen mejorar la productividad, pero también plantean riesgos asociados al empleo y la desigualdad social. La clave será una mayor inversión en capital humano y una recualificación de la fuerza laboral para adaptarse a las nuevas demandas del mercado.
En paralelo, la transición energética y el desarrollo de tecnologías limpias seguirán marcando la agenda. También la búsqueda de la seguridad impulsará la inversión en defensa y en las capacidades que permitan una autonomía estratégica. Mientras que el envejecimiento poblacional impulsará la llamada “silver economy” e incrementará la demanda de servicios asociados a la salud y la atención social.
Políticas fiscales y monetarias: buscando el equilibrio en un entorno de incertidumbre
Ante la menor inflación, los principales bancos centrales avanzan con paso firme en la senda de reducción de los tipos. Si bien, a largo plazo se espera que los tipos se mantengan por encima de los bajos niveles de la década anterior.
De forma que, en el caso de Estados Unidos, las rebajas de tipos de interés por parte de la Reserva Federal están contribuyendo a que el país continúe creciendo muy por delante del resto de economías desarrolladas. Al mismo tiempo que muestra una clara apreciación del dólar respecto al euro; si a mediados de septiembre de 2024, el tipo de cambio rondaba los 1,12 dólares por euro, a mediados de diciembre de 2024 se sitúa en torno a 1,05 dólares por euro. Además, con el comienzo en EE. UU. de la segunda presidencia de Donald Trump a partir de enero de 2025, y su enfoque claramente transaccional, la intensificación de la tensión geopolítica o el impulso a la desregulación previstos hacen que se den las condiciones para el impulso de las operaciones corporativas, incluidas las fusiones y adquisiciones.
En este contexto, la preocupación está pasando ya de la inflación y la política monetaria a la sostenibilidad de las cuentas públicas y el papel de la política fiscal. La elevada deuda pública acumulada en los últimos años subraya la necesidad de reconstruir los colchones fiscales para sortear futuras crisis y hacer frente a las crecientes presiones de gasto vinculadas a las grandes transformaciones globales en curso, como, por ejemplo, el gasto en defensa.
Europa, entre el estancamiento y la resiliencia
La economía de la Unión Europea sigue creciendo solo modestamente, y evoluciona claramente por debajo de Estados Unidos, aunque las previsiones apuntan a un repunte gradual del PIB, que podría crecer el 1,6% en 2025 según el Fondo Monetario Internacional. Dentro de la UE, se registra una elevada heterogeneidad, el crecimiento económico de algunos países del sur de Europa (España, Portugal) y otros como Polonia, contrasta con las dificultades de crecimiento de Alemania o Francia.
Por tanto, la UE se enfrenta a retos estructurales persistentes, como la necesidad de incrementar la productividad ante la creciente competencia global, el elevado endeudamiento público y el envejecimiento de la población. Pese a estos desafíos, Europa tiene un historial de superación de crisis mediante soluciones colectivas, desde la propia creación de las instituciones comunitarias tras la II Guerra Mundial, hasta la creación del euro, o más recientemente la emisión de deuda conjunta para financiar el programa Next Generation EU (NGEU). El reciente informe de Mario Draghi ha apuntado también unas líneas muy claras de por dónde ha de avanzar el proyecto europeo.
Ante nuestra confianza en las capacidades europeas, y para apoyar la actividad de nuestros clientes, hemos puesto en marcha nuestra expansión por Europa con la creación en este año 2024 de la nueva Aserta Europa Seguros y Reaseguros SAU. Este nuevo paso es fundamental para nuestra estrategia de internacionalización. La nueva entidad fortalecerá nuestra actividad en el mercado español y abre las puertas al mercado europeo, con un enfoque inicial en Portugal e Italia, reforzando nuestra posición y creando nuevas oportunidades para el crecimiento y la innovación en la región. Este hito consolida nuestra presencia en Europa y marca el inicio de la expansión por todo el continente.
La economía española: crecimiento por encima de la media europea, pero con desequilibrios estructurales
La economía española seguirá creciendo en 2025 a un ritmo relativamente alto dentro del contexto europeo, con un incremento proyectado del PIB del 2,1%, según el FMI. E incluso, teniendo en cuenta la evolución de los últimos dos años, estimo que podría de nuevo terminar situándose más cerca del 3%. Este dinamismo estará impulsado por el consumo de los hogares y el buen comportamiento del sector exterior, especialmente de los servicios turísticos y no turísticos.
En este escenario, en Aserta hemos conseguido crecer en un mercado muy competitivo y esperamos haber sido en 2024, por cuarto año consecutivo, líderes en seguros de Caución. Así, ponderamos positivamente las oportunidades de negocio existentes para el próximo año relativas a los grandes proyectos de energía, defensa, contratos, construcción e infraestructura. Al mismo tiempo que tenemos como objetivo llegar a las pymes y particulares y hacer crecer nuestros productos digitales.
Sin embargo, el país enfrenta importantes retos estructurales. El estancamiento en la convergencia de la renta per cápita con Europa y la elevada tasa de desempleo, que se situará en torno al 11,2%, subrayan la necesidad de reformas profundas. Además, el desequilibrio de las cuentas públicas, acumulando déficits estructurales año tras año, y la alta deuda pública limitan el margen de maniobra fiscal para afrontar crisis futuras. Mientras que la reforma fiscal en marcha se centra más en aumentar los ingresos que en mejorar la eficiencia del gasto, lo que podría lastrar la competitividad económica.
Conclusiones: una hoja de ruta hacia la resiliencia y de aprovechamiento de las oportunidades
En un mundo caracterizado por una mayor volatilidad y con transformaciones profundas en marcha, la capacidad de adaptación y la planificación estratégica serán esenciales para empresas y gobiernos. Asimismo, es crucial aprovechar las oportunidades que ofrecen las tendencias globales, como la digitalización y la transición energética, para posicionarse como un actor competitivo en el escenario internacional.
Para España, y también Europa, el foco debe estar en impulsar reformas estructurales que fomenten la competitividad y aseguren la sostenibilidad fiscal a largo plazo. Solo así podrá garantizarse un crecimiento económico sostenible y resiliente en un entorno complejo y desafiante como el de 2025.