Escribo estas líneas, las primeras en clave de actualidad desde que abandoné la politica, en plena tormenta de incertidumbre social, consternado por el sufrimiento que están provocando las terribles muertes que vamos conociendo, aunque se disfracen de números y con un volátil escenario de impredecibles derivadas económicas, lo que me genera la sensación de estar trasladando mi opinión sobre bases muy perecederas. Aun así, me atrevo a aportar algunas reflexiones sobre economía doméstica en estos “tiempos de guerra”, consciente de que ahora lo prioritario y lo verdaderamente importante es atender, con los medios adecuados, a los miles de personas que están sufriendo directamente esta pandemia global.
El pasado 18 de marzo y ante un hemiciclo prácticamente vacío, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba, para sorpresa de muchos, la presentación de los Presupuestos Generales del Estado para el final del periodo de emergencia. En aquel momento las autoridades sanitarias estimaban en unos meses dicho periodo lo que situaba el inicio de la tramitación parlamentaria en el verano de este año, o incluso antes en el escenario más halagüeño.
Tal afirmación resulta a todas luces de imposible cumplimiento por razones obvias:
- Resulta inviable a día de hoy hacer una predicción del final del periodo de alarma, como algún miembro del Gobierno ya ha reconocido, por más que establezcamos equivalencias de nuestras curvas de expansión del virus con las de otros países como Italia.
- En el improbable (y muy optimista) caso de que existiera una cierta estabilidad social, institucional y política en el periodo estival, sería necesario volver a elaborar, tramitar y aprobar unos nuevos objetivos de estabilidad presupuestaria, pues tanto el déficit, la deuda pública y el techo de gasto recientemente aprobados han saltado por los aires. Hay que tener en cuenta que, frente al incremento del PIB del 1,1% ahora se estima una caída del 1,9% que será previsiblemente mayor. La propia CEOE cifra en unos 70.000 millones de euros, un 3% del PIB, la caída de la facturación de las empresas.
- A partir de ese momento habría que elaborar unos presupuestos desde cero, pues ninguna de las bases de partida, ni en ingresos ni en gastos, que el gobierno estuviera barajando para los presupuestos de este año es válida hoy. Lo que obligaría a hacer un nuevo análisis de la situación en curso que por otro lado resultaría poco eficiente dada la inestabilidad de los parámetros económicos.
- Finalmente, los plazos harían inviable dotarse de unos presupuestos antes de la finalización de 2020 que, en el mejor de los casos, tendrían un periodo de vigencia muy efímero.
Si esto es así, ¿por qué el presidente, en un momento tan relevante de nuestra historia reciente decidió anunciar ese compromiso? Lanzar un mensaje de tranquilidad a la sociedad española, tratar de transmitir la idea de que el Gobierno está controlando la situación y domina los tiempos, hacer un llamamiento a los principales grupos de la oposición para apoyar los próximos presupuestos evitando nuevas cesiones competenciales a los grupos minoritarios, dejar entrever que cualquier falta de apoyo debería considerarse como una falta de patriotismo en la actual situación… Cualquiera que sea el motivo o los motivos que condujeran al presidente a realizar tan relevante anuncio lo más importante es que, maniobras de comunicación al margen, el Gobierno tenga una clara estrategia económica que sea realista y que evite que a las muertes por el coronavirus se sumen otras heridas graves, invisibles y de efecto duradero, derivadas de la debacle económica.
Algunas posibles propuestas en relación a dicha estrategia podrían ser:
1.- La necesidad de articular un Pacto Político sobre el que sentar los ejes estratégicos de la política económica en estos tiempos de guerra.
Algunos años en política activa me permiten enunciar esta propuesta sin ingenuidad, apelando a momentos de nuestra historia en los que en situaciones menos trágicas que la actual fuimos capaces de dejar a un lado los intereses partidistas pensando sólo en el bien común. O incluso sin ir tan lejos, a Pactos de Estado aún en vigor para asuntos que, siendo importantes, no alcanzan ni con mucho la dimensión del actual.
En materia de consenso político tuve la oportunidad de vivir una magnífica experiencia en mi etapa de 3 años como presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias en donde, gracias a la generosidad de las personas que representaban a los diferentes grupos políticos fuimos capaces entre todos de llevar a la Junta de Gobierno más de 250 acuerdos aprobándose todos ellos por unanimidad, porque defendíamos el interés del municipalismo, de nuestros vecinos, al margen de nuestros colores políticos. Si verdaderamente se quiere el acuerdo es siempre posible.
No se trata por parte del Gobierno de recabar el apoyo de los grupos de la oposición, sino de compartir el diagnóstico y formular propuestas conjuntas, en el marco de un Comité Político, en un ambiente de discreción y confianza y desde la lealtad institucional. Ya habrá margen en el futuro para los posicionamientos ideológicos.
2.- La creación de un Comité Técnico de carácter económico que sirva de apoyo al Comité Político para formular y presentar las propuestas.
De la misma forma que ya se ha articulado un Comité de Expertos que están asesorando al Gobierno en materia sanitaria, no hay razón para que no se constituya urgentemente un instrumento económico de estructura similar que por otro lado sirviera para eliminar fricciones de carácter político.
3.- El seguimiento del impacto de las medidas financieras de liquidez y la articulación de otras nuevas que abarquen las diferentes casuísticas socioeconómicas.
Comenzando por las diseñadas por el BCE que inyectará, a través del Programa de Compra de Emergencia Pandémica, 175.000 millones de euros al sistema, algo que, a diferencia de sus anuncios anteriores ha conseguido calmar temporalmente a los mercados. Y continuando por el propio Plan de 200.000 millones de euros anunciado por el Gobierno y respaldado por la oposición, con medidas concretas que persiguen generar una red de seguridad para los empresarios, trabajadores y familias más afectados por la crisis bajo la filosofía de “no dejar a nadie atrás”. Este plan contiene medidas muy atinadas, especialmente las laborales y las de disposición de avales públicos y otras de más dudosa eficacia teniendo en cuenta que estamos en un proceso de recesión.
La urgencia con la que se han tomado las medidas concretas hace necesaria la revisión permanente del impacto de las mismas, adaptándolas de forma que queden cubiertas las situaciones de mayor vulnerabilidad (sería interesante considerar la renta mínima de emergencia que ha propuesto Luis de Guindos) y aplicándolas con la máxima agilidad. Y, por supuesto, explicando a la sociedad con total transparencia y de forma periódica los resultados obtenidos con dicho plan.
4.- La puesta en marcha de un Plan de Medidas Fiscales.
La liquidez no es suficiente. Es urgente y necesario actuar con decisión al menos sobre el IRPF, las cotizaciones sociales y el IVA con reducciones y/o aplazamientos que permitan aliviar las cargas empresariales, mantener la actividad de muchos autónomos y conservar muchos puestos de trabajo.
5.- La activación coordinada de los sistemas productivos al servicio de la emergencia sanitaria.
Hasta la fecha el Gobierno ha llevado a cabo una aplicación muy limitada de las facultades que le permite el Estado de Alarma centrada exclusivamente en el aprovechamiento de algunos recursos sociosanitarios privados para paliar la saturación de los recursos públicos. Una saturación que demuestra falta de previsión y que desgraciadamente está conduciendo al colapso de muchos centros y generando la parte más trágica de esta crisis, a pesar del impresionante esfuerzo de nuestros profesionales.
Es urgente poner toda la maquinaria productiva de nuestro país (empresas de los sectores industriales, textiles, logísticos, tecnológicos…) al servicio de esta necesidad básica, produciendo, en aquellos centros que puedan ser adaptados, los respiradores, trajes, mascarillas, camas, etc. necesarios para minimizar nuestra dependencia de los suministros exteriores cuyas cantidades y plazos no podemos manejar.
Identificación de actividades y centros productivos, selección de las mejores alternativas, adaptación del capital de dichos centros y disposición de recursos para su puesta en marcha son acciones que el Gobierno debiera estar impulsando, pero, por razones que no acierto a entender, aún no ha iniciado. Más bien al contrario, algún grupo político está malgastando su tiempo y esfuerzo en atacar a quienes, desde el sector privado, como es el caso de Amancio Ortega, están ofreciéndonos todo su potencial y sus recursos.
Hay un enorme potencial en nuestro sistema empresarial español que está dispuesto a ayudar en lo que sea necesario y que no nos podemos permitir desaprovechar.
6.- La elaboración de unos Presupuesto Generales del Estado.
Los del año 2021. El Gobierno dispone de los instrumentos necesarios para tomar las decisiones económicas que sean necesarias para establecer un Plan de Choque sin la necesidad de disponer de unos PGE que contemplen dichas medidas, como ya se está comprobando. Cometeríamos un grave error si sobre unas bases tan etéreas como las actuales decidiéramos los que deben conformarse en unos verdaderos Presupuestos de Reconstrucción Nacional.
Debemos centrarnos en lo verdaderamente urgente y esperar unos meses para tener la foto más fiel posible del impacto que esta crisis nos va a dejar en el terreno económico y, a partir de ese punto y preferiblemente con el análisis y planteamiento de propuestas que provengan de los Comités Técnicos y Políticos en un Pacto Nacional, diseñar los presupuestos del próximo año.
Haber gestionado algunas crisis, de tamaño nada comparable a la actual, me permite decir que es muy fácil escribir y opinar, como lo estoy haciendo yo, sobre lo que se debe o no debe hacer desde la distancia y sin el peso de la responsabilidad de tener que tomar decisiones. Nunca hay una solución, sino muchas alternativas múltiples y complejas.
No es posible conocer hoy la receta económica necesaria para estos tiempos de guerra, pero hay tres ingredientes que en mi opinión no deberían faltar: sentido de estado, altura de miras y, por supuesto, la voluntad política de construir todos juntos nuestro futuro común. Y, por supuesto, mantener la esperanza porque siempre hay luz, incluso en la oscuridad.
Íñigo de la Serna. Ministro de Fomento (2016-2018). Alcalde de Santander (2007-2016).