Entrevista a Juan Tomás G. Bermejo, director de la Escuela Ingenieros de Caminos de la Universidad Politécnica de Cartagena
La serie de ‘gotas frías’ que han azotado una parte de España en septiembre son cada vez más frecuentes. Ocasionan grandes pérdidas materiales y humanas (la última deja ocho fallecidos). De hecho, la inundación es la catástrofe natural que más daños causa en España, unos 800 millones de euros. La otra cara de la moneda es la sequía que genera pérdidas por valor de 1.500 millones al año. ¿Están las infraestructuras adaptadas a esta situación climática? ¿Qué medidas de ajuste y conservación habría que adoptar para reducir el impacto de las riadas y a la vez la cada vez mayor falta de agua?
El actual año hidrológico que acaba en octubre sumaba hasta el pasado 24 de agosto un 17% menos de precipitaciones que en el período 1991-2020. Eso, tras un año previo en el que ya se declaró la situación de sequía. Al mismo tiempo, el verano se ha despedido con un virulento ciclo de Depresiones Aisladas en Niveles Altos (DANA) que incluso afectó a zonas que no están habituadas a sufrirlas. Solo en la Comunidad de Madrid la factura que deja este fenómeno es de 58,5 millones de euros en infraestructuras y servicios regionales dañados. En torno al 77% de los desperfectos corresponde a carreteras, pero también hay puentes y edificios afectados o destruidos. Y además dos personas fallecidas.
Lo cierto es que España tiene al menos un millón de viviendas construidas en zonas inundables, algo más del 4% del total, según una investigación realizada por eldiario.es. Desde 2016, es más difícil levantar nuevas edificaciones en esas zonas porque una normativa lo impide, pero a día de hoy, más de 3 millones de personas conviven con el riesgo de inundación.
Sobre la manera de construir infraestructuras que resistan catástrofes recurrentes como las riadas y de las opciones que tenemos para aprovechar más el agua que cae (cuando cae) del cielo en tiempos de sequía, conversamos con Juan Tomás García Bermejo, profesor de la Cátedra del Agua y la Sostenibilidad de la Universidad de Murcia y Director de la ETS de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos y de Ingeniería de Minas de la Universidad Politécnica de Cartagena.
¿Qué lección nos deja la última DANA desde el punto de vista de la preparación de nuestras infraestructuras y viviendas?
Durante el último siglo hemos intensificado el uso del territorio tanto para uso urbano como agrícola. Hemos creado infraestructuras de valor sin tener en cuenta en muchas ocasiones el riesgo de inundación o por dónde se producía el drenaje del terreno y muchas de esas edificaciones no tienen la protección que requieren; ahora estamos aprendiendo y para esto están los Planes de gestión del riesgo de inundación que emanan de la Directiva 2007/60 de evaluación y gestión de los riesgos de inundación que ha llevado a crear mapas de riesgo donde se visualizan las zonas inundables e incluso se identifican y valoran los posibles daños ante fenómenos como la última DANA que ha afectado a España.
Entonces, ya tenemos lo que necesitamos para evitar males mayores…
Ese es el primer paso porque los planes que citaba hay que implementarlos en el terreno y esto tiene que llevar asociado un cálculo de coste/beneficio de cualquier acción preventiva que se quiera realizar. Eso es fundamental. Uno de los problemas que nos encontramos es que cuando se publican esos mapas, algunos ayuntamientos se quejan porque afecta a su desarrollo urbanístico actual y futuro; por tanto, el segundo paso es lograr que esto se tome en serio.
¿Pero están preparadas nuestras infraestructuras para lo que se nos viene encima, cada vez con más frecuencia?
No del todo y no solo porque no lo estén al cambio climático; antes de eso el problema es que en algunos casos se han ubicado en zonas inundables, por desconocimiento o por falta de estudios previos. Además, el uso intensivo del suelo ha generado un incremento de la escorrentía, por lo que la precipitación hace mucho más efecto que antes, ya que se ha modificado la estructura del suelo que se vuelve más impermeable en algunos casos y más erosionable en otros.
Aunque esta vez se ha librado, lugares como Los Alcáceres (Murcia) son barridos periódicamente por riadas ¿Es cierto que en España no se pueden derribar casas para reubicar a la población en zonas seguras?
Aquí también se puede hacer algo, pero es una cuestión muy sensible y normalmente se opta por la autoprotección, pero el cambio de ubicación de ciertas edificaciones se podría plantear; es algo que está contemplado en la legislación europea y en algunos casos puede ser la solución óptima.
En Aldea del Fresno (Madrid) se cayeron tres de los cuatro puentes que comunicaban el municipio. ¿Es imposible preparar nuestras infraestructuras para riadas así?
Por supuesto que es posible. Habría que ver qué ha pasado en estos puentes en concreto: puede que la cimentación no fuera lo suficientemente profunda o que el problema estuviera en los estribos, los tramos finales, y entonces se podrían remodelar. Otro tanto se puede decir de los drenajes de las carreteras que hemos visto bajo el agua, aunque en general suelen están bien calculados.
Hablemos del cambio climático: ¿qué pasa si las precipitaciones extraordinarias a causa de las DANAS son cada vez mayores y a la vez llueve con menos regularidad?
Habrá que hacer adaptaciones. Hay estudios bastante fiables que nos dejan claro que los recursos hídricos van a disminuir, así como la escorrentía superficial que es algo de lo que dependemos mucho porque es de donde sale gran parte del agua que usamos. Se habla de hasta un 15% de reducción. En cuanto a las precipitaciones, sabemos que van a ir a menos, aunque los estudios plantean diversos escenarios y no sabemos cuál se impondrá, pero sí parece claro que las precipitaciones extraordinarias van a aumentar y ganarán en torrencialidad; al mismo tiempo se puede afirmar que la disponibilidad de los recursos hídricos disminuirá.
Históricamente, las DANAS o gotas frías son más habituales en la zona del Levante. ¿Qué se ha hecho allí, si es que se ha hecho algo, para tratar de paliar sus efectos?
Los primeros Sistemas Automáticos de Información Hidrológica (SAIH) fueron los del Júcar y el Segura en los años 80; no hablamos de actuaciones estructurales sino de gestión de precipitaciones y caudales que permitía avisar a la ciudad de Murcia, por ejemplo, de un aguacero registrado en Lorca para poder abrir compuertas y llevar a cabo acciones con cierta antelación. Ha sido una herramienta fundamental que luego se ha extendido al resto de España porque permite alertar a la población y tomar medidas en tiempo real. En paralelo, vino el Plan General de Defensa contra avenidas de la cuenca del Segura en el año 87 del que son herederos los planes del riesgo de inundación… Se han hecho cosas importantes, pero al mismo tiempo se ha construido mucho en zonas inundables.
¿La solución definitiva sería canalizar más y crear estructuras que permitan regular estos picos de agua en superficie?
Esto hay que explicarlo bien porque un exceso de canalización previene el riesgo donde se hace y puede dejar en mayor riesgo la zona de la desembocadura, ya que acelera el flujo de agua; esa canalización y la consiguiente aceleración da lugar a que también se produzca un mayor movimiento de sólidos más abajo. Por otro lado, hay que entender que las actuaciones en los cursos de agua son de enorme complejidad y siempre modifican lo que sucede aguas arriba y aguas abajo. No es que canalizar el agua sea algo bueno o malo per se.
Entonces, ¿cuál sería la receta a aplicar?
Hay muchas medidas estructurales que se pueden adoptar como la de aumentar la capacidad de infiltración del agua en el suelo a la vez que se reduce la erosión, de forma que el suelo sea capaz de absorber más humedad. Esto implica, entre otras cosas, modificar los pavimentos de las ciudades. Es lo que se conoce como drenaje sostenible o SUDS (Sistema Urbano de Drenaje Sostenible). También se puede hacer algo parecido en suelos agrícolas, permitiendo la inundación de cultivos de secano mediante bancales a lo largo de los cursos de agua para que cuando haya una precipitación extraordinaria se inunden y poco a poco esa agua se infiltre.
Por otro lado, como cifra orientativa, un 5% del territorio debería estar a disposición de los cursos fluviales para que fueran capaces de almacenar más flujo de agua; actualmente estamos en valores de entre el 1 y el 2%. A veces le echamos la culpa al que diseñó el puente, pero quizás los actuales usos del suelo aguas arriba han modificado la escorrentía de la zona. Para retener agua y reducir la escorrentía, en las zonas urbanas, echo de menos soluciones como el aljibe que tenían nuestros abuelos y bisabuelos. De repente hemos olvidado lo que cuesta el agua y hemos pensado que ya no hacía falta recoger el agua de lluvia; además ésta es una medida fácil de implementar. Hasta el 50% de la superficie de una ciudad pueden ser sus azoteas que se podrían usar para recoger agua a través de las bajantes. Además, es un agua muy poco contaminada y posteriormente se podría liberar al alcantarillado para su depuración. De esta forma tendríamos agua adicional para usarla por ejemplo en la agricultura. Medidas también estructurales de gran efectividad son las de contener y limitar las zonas inundables, mejoras en encauzamientos, construcción de diques, siempre ligadas a actuaciones de recuperación ambiental y protección frente a inundaciones y que ayuden a ganar ancho en zonas fluviales. Al margen de esto, hay otras medidas no estructurales como planes de alerta y evacuación tempranos de población, así como la educación sobre cuestiones de protección civil relacionadas con las inundaciones que, en ocasiones, pueden ser las más eficaces para evitar daños personales.
El Gobierno presentó el año pasado un PERTE de digitalización del ciclo del agua ¿No haría falta también un PERTE para la sequía?
Realmente el PERTE de Digitalización del ciclo del agua busca mejorar la gestión del recurso por lo que los avances a alcanzar van en la línea de aumentar la resiliencia frente a la sequía. Ahora las ciudades tienen un volumen de aguas no registradas bajísimo y eso es gracias a la sensorización que se ha hecho en los últimos años. En el fondo, la digitalización es trabajar para que la sequía tenga mucho menos efecto. La primera revolución fue el riesgo por goteo y ahora se trabaja en la sensorización que permita llevar a la planta hasta el límite de su resistencia, al umbral de su estrés hídrico y favoreciendo un riego deficitario, con el que se puede ahorrar hasta un 30% extra respecto al riego por goteo ya tradicional. Esto es algo que podría permitir a España tener una agricultura más viable en un escenario de escasez de agua y reducción de caudal de los ríos como el actual.
En este momento en España la sequía genera unas pérdidas de 1.500 millones de euros cada año, así que hay mucho que hacer, como por ejemplo lograr que las depuradoras puedan recuperar toda el agua que se utiliza en la industria y zonas urbanas. En el campo de la depuración somos uno de los países más avanzados, pero estamos en cifras muy bajas de recuperación, en torno al 10 o 15% de media, sin embargo, en Murcia es cifra supera el 90%. Llegar a ese nivel de forma generalizada nos brindaría una enorme cantidad de agua de calidad que se podría depurar en el tiempo seco para su posterior uso.
¿Otra de las líneas de actuación frente a la sequía no debería ser evitar las pérdidas de agua?
Sí. Hay que recordar que en los años 90 estábamos en tasas de agua no registrada, entre las que se encuentran las fugas de agua, del 50% y se empezaron a reducir gracias al uso de sensores. En zonas como el Levante esas pérdidas están ya en torno al 10%. La media nacional está aproximadamente en el 25% de agua no registrada. Evidentemente, donde más cara es el agua, es donde se encuentra una gestión de infraestructuras y de mantenimiento más optimizada, porque ahí es más rentable y hay más margen para poder mejorar la gestión. Para evitar estas pérdidas hay que invertir en renovación de infraestructuras y en un mayor mantenimiento de las redes.
Y de conservación de las infraestructuras relacionadas con el transporte del agua, cómo vamos en España
Ahora mismo en zonas urbanas la tasa media de renovación anual es del 0,1 al 0,2% cuando deberíamos estar, como mínimo, en el entorno del 1,5 o 2%. En muchos casos a duras penas se cubren los gastos operativos que generan las infraestructuras urbanas de abastecimiento y saneamiento incluyendo la producción y depuración de dichas aguas, es decir el ciclo urbano del agua.
Si incluimos tanto el sector urbano y agrícola, haría falta invertir en torno a los 50.000 millones de euros para mantener un nivel adecuado de infraestructuras y mantenimiento, no solo en las ciudades sino también en la agricultura y la industria. Esta cifra incluye la sensorización y plataformas necesarias para gestionar los datos. También deberíamos revisar cómo financiamos este mantenimiento para que no dependa solo de fondos europeos y estatales.
Entonces, ¿habría que cobrar más por el agua como acaba de anunciar el Ayuntamiento de Málaga debido a la sequía?
Para responder a los desafíos futuros y poder tener una gestión que nos permita asegurar el recurso hídrico creo que el precio del agua pasará a tener un mayor coste; de manera aproximada, el agua urbana, podría pasar a costar el doble, que es lo que ya cuesta en la mayoría de los países en Europa y de esa forma permitiría abordar el coste de renovación de infraestructuras y de mantenimiento que hace falta. En cuanto al impacto de esta medida, tengamos en cuenta que ahora mismo solo el 1% del presupuesto familiar se dedica a agua.