Publicado el 25 de marzo de 2022

Impacto de la guerra y bases para una mayor resiliencia

Ricardo Martínez Rico, Presidente ejecutivo de Equipo Económico (Ee) y Doctor en Economía. A comienzos de este año 2022, la mayor parte de las regiones del mundo habían recuperado sus niveles de producción previos a la crisis del Covid-19. Si bien, el crecimiento económico mostraba ya signos de desaceleración, debido a las últimas mutaciones del […]

Ricardo Martínez Rico, Presidente ejecutivo de Equipo Económico (Ee) y Doctor en Economía.

A comienzos de este año 2022, la mayor parte de las regiones del mundo habían recuperado sus niveles de producción previos a la crisis del Covid-19. Si bien, el crecimiento económico mostraba ya signos de desaceleración, debido a las últimas mutaciones del virus, las presiones inflacionarias, y las interrupciones en las cadenas globales de valor.

Pero desde finales de febrero de este año, el estallido de la guerra en Ucrania está lastrando la actividad económica mundial. Y lo hace a través de varios canales de transmisión. En primer lugar, a través de unos precios de la energía aún más altos, así como de otros productos básicos e insumos (entre otros, cereales, fertilizantes, aluminio, paladio). En segundo lugar, la guerra ha amplificado el shock de oferta que continuaba aún desde la crisis del Covid-19, agudizando los cuellos de botella y provocando una nueva ronda de escasez de determinados bienes.Entercer lugar, está provocando una mayor volatilidad de los mercados financieros, con el consecuente impacto en empresas y familias, que verán disminuir el valor de sus activos financieros. Además, en un contexto de falta de confianza y afectando a las expectativas, todo ello será seguido por una caída de la demanda, tanto del consumo como de la inversión; los hogares deberán ajustar su consumo de bienes discrecionales, ante el fuerte incremento de los precios de bienes no discrecionales, como lo son los alimentos y la energía.Las empresas se verán forzadas a reducir sus planes de inversión, y por tanto la creación de empleo, ante el fuerte incremento de los costes empresariales.

La profundidad de las consecuencias económicas de la invasión rusa de Ucrania dependerá en gran medida de si se intensifica o no y su duración en el tiempo.En todo caso, el escenario central que consideramos en nuestro análisis, casi con independencia de la evolución de la guerra, es el de un conflicto prolongado entre Rusia y Occidente. De forma que inequívocamente las consecuencias de la guerra y el enquistamiento del conflicto se traducirán en:

  • Una inflación aún mayor.
  • Una modificación de los precios relativos de los bienes, que producirá una transferencia de rentas hacia los países productores de aquellos cuyos bienes se están viendo incrementados, como la energía y otras materias primas.
  • Una revisión a la baja del crecimiento económico, sobre todo en los países desarrollados y otros no productores de materias primas.
  • Un escenario de mayor complejidad para el desarrollo de las políticas económicas; con la conjunción de shocks de oferta y de demanda, menor crecimiento e inflaciones elevadas.
  • Una transformación de la matriz económica en el medio y largo plazo donde habrá que internalizar los costes asociados a la variable seguridad, por ejemplo, a través de la búsqueda de la independencia energética, aunque sea a mayor coste, y de un esfuerzo presupuestario mayor en defensa.
  • En el mismo sentido, a nivel de empresa, asistiremos a una mayor integración vertical buscando una mayor seguridad en el suministro.

La economía más damnificada está siendo sin duda la de Ucrania, cuyas pérdidas materiales y humanas son ya devastadoras. Y lo será en segundo lugar, la economía rusa, que se hundirá en una recesión más profunda que la causada por el Covid-19, como resultado de las sanciones occidentales y su creciente aislamiento.Por el momento, su bolsa de valores ha permanecido cerrada durante más de tres semanas, y el rublo se ha desplomado a mínimos históricos, mientras las principales enseñas internacionales han paralizado sus actividades en el país.

Por su parte, en Estados Unidos, la recuperación económica se enfrenta a un mercado laboral ajustado, con tasas de desempleo inferiores al 4% y a una inflación que está muy por encima del objetivo del 2%.  Por lo tanto, la Fed no ha cambiado el rumbo esperado de su política monetaria a pesar de la invasión de Ucrania, y ha subido tipos por primera vez desde 2018. En América Latina esperan un crecimiento más lento este año, pero podría beneficiarse de cierta desviación comercial como consecuencia de la guerra en Ucrania.

Y una vez más,Europa sufre una guerra dentro de su territorio.Debido además a sus relaciones más estrechas con Rusia y Ucrania, es más vulnerable que otras regiones a sus consecuencias económicas. La guerra tendrá un fuerte impacto asimétricoentre los países europeos, en base a su grado de dependencia económica de Rusia y su dependencia energética externa. En este sentido, España está en el grupo de países que no habían recuperado los niveles de producción previos a la crisis del Covid-19 y exhibe una mayor dependencia, debido fundamentalmente a su dependencia energética externa.

El enorme desafío que todo esto supone para el viejo continente requerirá un reajuste de la política económica y su adaptación a tiempos de guerra. Por el momento, y como reacción por el lado de la política monetaria, el BCE ha anunciado que mantiene su estrategia para la reducción de su plan de estímulo, pero pospone una subida de los tipos de interés. Desde el punto de vista de la política fiscal, el estallido de la guerra en Ucrania se ha producido en un momento en que los países europeos experimentaban una amplia divergencia en la situación de sus cuentas públicas y se reaviva el debate para la recuperación de las reglas fiscales. Pero la UE necesitará un instrumento financiero común para financiar los impactos asimétricos en los Estados miembros. Al mismo tiempo será necesario dar cabida presupuestaria al impulso del gasto militar, la acogida de refugiados y las medidas fiscales, extraordinarias y transitorias, para afrontar los precios de la energía.

En España, la economía mantuvo un ritmo robusto de recuperación durante 2021, aunque más débil de lo esperado. A comienzos de este año 2022, los indicadores de actividad y consumo mostraron una desaceleración generalizada en enero que comenzaba a diluirse en febrero. La economía española no ha estado exenta de las presiones inflacionarias, que empezaban ya a comienzos de año a filtrarse en la mayoría de los sectores de la economía. No obstante, el ritmo de creación de empleos sigue siendo intenso, si bien con una relevante participación del sector público.

Ahora, ni el escenario más favorable que se espera este año en cuanto a la pandemia, ni el mejor comportamiento de sectores relevantes para la economía española en 2022 -como el turismo-, ni el aumento del gasto público y las inversiones con fondos europeos, podrán compensar los efectos económicos de la guerra de Ucrania. En este escenario, en Equipo Económico (Ee) prevemos una desaceleración económica en España por los efectos de la guerra en Ucrania y las presiones inflacionistas; tras haberlas revisado a la baja, nuestras previsiones apuntan ahora a un crecimiento anual del PIB del 4,6% y del 3,5% en 2022 y 2023, respectivamente.  Consideramos que los precios (promedio anual del IPC) crecerán el 7,8% y el 3,2% en 2022 y 2023, respectivamente. Dependiendo además del escenario del conflicto, el IPC podría alcanzar niveles cercanos a los dos dígitos en los meses centrales de este año 2022.

Todas estas perspectivas están sujetas a un conjunto de riesgos importantes, entre los que destacan la escalada bélica del conflicto, las mutaciones del Covi-19 y la persistencia de la inflación. Para hacer frente a estos riesgos, se requiere un marco coherente y generador de confianza para las políticas económicas a lo largo del tiempo. En ese sentido, con los costes empresariales y el bolsillo de los ciudadanos tan castigados, no es el momento de subir los impuestos. Sí es el momento, en cambio, entre otros:

  • de una mayor eficiencia del gasto público para asignar los recursos allí donde verdaderamente son necesarios;
  • del pronto pago de la deuda comercial por las Administraciones Públicas;
  • de una adecuada implementación de los fondos NGEU a través de la colaboración público-privada;
  • de la reforma de la Ley Concursal;
  • y de dotar al mercado de trabajo de la suficiente flexibilidad para la adaptación a un entorno digital.

La consecución de una mayor resiliencia en el caso español ha de basarse en una mayor independencia energética y el refuerzo de nuestras capacidades defensivas, pero también en recuperar los equilibrios económicos, estabilidad presupuestaria y de precios, fundamentalmente, para hacer que todo ello sea posible.

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