Regenerar viviendas y espacios urbanos, mejorar las infraestructuras de transporte público y la movilidad urbana, digitalizar, construir y mantener zonas verdes, y un buen servicio de alcantarillado y depuración, innovar, y apoyar el emprendimiento, son claves para que una urbe tenga una buena calidad de vida y se convierta, incluso, en Marca País.
Zurich, Tokio y Munich en el podio; Madrid en el octavo puesto; Barcelona, en el décimo octavo. La encuesta anual sobre Calidad de Vida de la revista británica Monocle (la última, de 2019) le cuenta al mundo que las 25 ciudades incluidas en su top 25 son las mejores para vivir. Por su transporte público «funcional», por «su número de parques» y por su «buena comida». De Madrid destaca su Metro y la ‘playa’ de Madrid Río; de Barcelona, la cuestión secesionista y el desarrollo urbanístico verde del entorno de Glòries.
Invertir en infraestructura urbana y en mejorar los estándares de una ciudad es invertir en Marca Ciudad, y, por extensión, en Marca País, según defiende Joan Enric Ricart, co-director académico del IESE Cities in Motion, que es una plataforma de investigación abierta por la escuela de negocios para «crear conocimiento y herramientas innovadoras que generen gobiernos locales más inteligentes». Es más, «a veces la marca va por delante, y es una forma de ponerle las pilas a la propia ciudad. Se trata de un círculo virtuoso que merece la pena», reflexiona.
¿Qué hace que una ciudad termine apareciendo en un ‘ranking’ internacional? Pues depende del sesgo del ‘ranking’ en cuestión, viene a contestar Ricart. Los hay que se centran en prosperidad económica, cohesión social, gobernanza; en sostenibilidad, y buscan zonas verdes, carriles bici y una red de transporte público intermodal, eficiente y accesible; o en su faceta ‘smart’, y miran la conectividad, la innovación o el despliegue de 5G. Aunque hay aspectos como la sostenibilidad, la movilidad o la digitalización que prácticamente todos tienen en cuenta.
«Nosotros resaltamos los temas de gobernanza; de hecho, no nos gusta hablar de ‘smart cities’, que pone el énfasis en las infraestructuras tecnológicas, sino de ‘smart gobernance’ o gobernanza inteligente, que, apoyada en la tecnología, busca nuevos modelos en todas las dimensiones: movilidad, educación, salud…». Con ese «nosotros», Ricart se refiere al ‘ranking’ de IESE Cities in Motion, que puntúa 174 urbes de 80 países y cinco continentes en función de nueve dimensiones: economía, capital humano, cohesión social, gobernanza, medio ambiente, movilidad y transporte, planificación urbana, proyección internacional, tecnología.
Su edición de 2020 subió al podio a Londres (oro), Nueva York (plata) y París (bronce). «En nuestro índice la economía es la variable más importante, y la segunda, el capital humano, las universidades, los centros internacionales, la capacidad de atraer talento, muy conectada con la prosperidad económica; eso le da un sesgo hacia ciudades grandes», explica.
Las mismas ciudades, con algunas variaciones, suelen ocupar los puestos de cabeza en los distintos ‘rankings’ internacionales. Solo a modo de ejemplo, Londres fue primera también en el Global Power City Index del Instituto de Estrategias Urbanas (IUS) de la Fundación Mori Memorial; segunda en el Global Cities Index de Kearny y en el Global Financial Centres Index de Z/Yen (ambos de 2019). «La capital y ciudad más poblada del Reino Unido alberga más startups y programadores que casi cualquier otra urbe en el mundo. El proyecto Smarter London Together pretende ser un plan maestro digital flexible para convertir a la ciudad en la más inteligente del mundo. Imaginan el futuro como un banco de pruebas global para la innovación. La urbe tiene cinco misiones: diseño, intercambio de datos, conectividad, habilidades y colaboración», informa el Índice IESE Cities in Motion 2020.
Madrid y Barcelona son las dos españolas destacadas en los listados globales. De la primera, el índice de IESE valora sus esfuerzos por la movilidad sostenible, la peatonalización del centro o su proyección internacional. De la segunda, la implantación pionera de tecnología en sus sistemas urbanos y su liderazgo en vehículo eléctrico; su empuje cultural, económico y financiero; su apuesta por la innovación –ocupa el quinto puesto europeo y el 18 mundial en producción científica–; su desempeño en planificación urbana.
Las metrópolis que quedan bien en los ‘rankings’ no lo hacen en una sola dimensión, sino en varias, porque tienen un proyecto de ciudad, una visión holística, una hoja de ruta en la que todos los agentes están implicados. «Por eso son tan importantes los elementos de gobernanza», insiste Ricart, entre los que destaca tres: estrategia o modelo de ciudad, consensuado políticamente, con participación ciudadana, abierto y transparente: innovación; colaboración. «Las ciudades no se hace solo con el gobierno local sino con la colaboración de otros estamentos políticos, empresa pública y privada, centros educativos, sociedad en general», reflexiona el experto.
«Es un camino que lleva tiempo», tercia Susana Carillo, primera teniente de alcalde y concejala de Innovación y Digitalización Urbana del Ayuntamiento de Málaga. «No se trata de acciones concretas, sino de una visión global que pone en juego a muchos actores y se desarrolla a lo largo de los años», puntualiza. Carrillo va sumando piezas de sostenibilidad –Observatorio de Medio Ambiente, Plan de Clima para evaluar la alineación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)–, cultura, un plan estratégico de innovación tecnológica, ‘smart’ –con una app, Málaga Funciona, que da acceso a la Administración electrónica–, movilidad sostenible.
Son piezas que luego, cuando el puzle está completo, consiguen cosas como que la revista Forbes haya declarado Málaga como la décima de las 20 mejores ciudades europeas para que los estadounidenses puedan vivir o invertir, resaltando que tiene «la mayor concentración de museos por kilómetro cuadrado de Europa», una alta calidad de vida, seguridad, buenos servicios de salud, y, también, sol casi todo el año.
«Nos presentamos a todos los proyectos que se convocan, de ‘smart grids’, de regeneración urbana… Nos hemos ido haciendo un nombre, y eso, al final, tiene un efecto llamada», concluye Carrillo, que cree que «una ciudad es ‘vivible’ cuando tiene una movilidad sostenible, buenas rutas de transporte público, zonas verdes, actividades culturales, dinamismo social». Cuando el ciudadano tiene acceso a todas estas infraestructuras, y siente que el lugar donde reside es inteligente.
Abril de 2021. El ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma), José Luis Ábalos, abre la jornada del Foro Económico Español sobre cohesión social y territorial del simposio ‘Wake up, Spain!’, organizado por el diario El Español, Invertia y D+I, subrayando que «los programas de rehabilitación de edificios y regeneración urbana aportarán 7.000 millones de euros del Plan de Recuperación, lo que supone un 10% de la contribución que realiza el sector al PIB español», según nota de prensa difundida por Moncloa. Y que «las dos mayores inversiones clave del Plan de Recuperación son la Estrategia de Movilidad Sostenible, Segura y Conectada y el Programa de Rehabilitación de Vivienda y Regeneración Urbana, que descansan esencialmente en el Mitma y suman más de 20.000 millones de euros».
«Las mayorías de las cosas pasan en las ciudades, o en la conexión entre las ciudades», diagnostica Ricart. «Las ciudades están, a día de hoy, en el epicentro de gran parte de los retos y las soluciones en materia de sostenibilidad a nivel global», coincide Forética, organización referente en sostenibilidad y responsabilidad social empresarial en España, que a finales de marzo organizó el encuentro empresarial virtual ‘Ciudades Sostenibles 2030: ¿Cómo construir las ciudades del futuro?
Julián Núñez, presidente de SEOPAN (Asociacion de Empresas Constructoras y Concesionarias de Infraestructuras), afirmaba en este mismo blog que el ODS 11, el referido a lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles, es uno de los que requerirá una mayor inversión en infraestructuras en la próxima década. “Aglutina más de 30.000 millones en infraestructuras de transporte público de metro y cercanías, otros 27.000 millones en la mejora de la movilidad de vías urbanas e interurbanas, 6.521 millones para cumplir los objetivos medioambientales de la UE en el tratamiento y valorización de residuos municipales y 4.453 millones para fortalecer el desarrollo regional, dotando con servicios de alcantarillado y depuración a más de 2.115.000 viviendas y mejorando las vías interurbanas regionales”, desgranaba.