La energía en Europa es, actualmente, una cuestión de suma importancia en la agenda de todos sus países. El continente tiene un importante frente abierto en el corto plazo debido a la situación con respecto al gas natural ruso, las importaciones de Estados Unidos y la apuesta por la independencia energética de la Unión Europea, que en gran medida subvenciona el plan de recuperación y resiliencia de los fondos europeos Next Generation.
Para reducir su dependencia de Rusia, Europa ha encontrado nuevas alternativas para obtener energía, como por ejemplo la importación de Estados Unidos o el desarrollo de las energías renovables propias, en las cuales muchos países cuentan con sendas ventajas, como es el caso de España.
Los Estados miembros contemplan reformas e inversiones en tecnologías limpias y verdes, no solo en energías renovables sino también en otros ejes complementarios como movilidad sostenible, eficiencia energética o economía circular y lucha contra el cambio climático.
Concretamente, cada Estado miembro debe destinar al menos el 37% de la asignación total de su plan de recuperación y resiliencia a medidas que contribuyan a los objetivos climáticos, siendo parte muy importante la partida dedicada a la energía renovable.
Sin embargo, los altos costes derivados de todas estas actuaciones están presionando la economía europea y tensionando el escenario.
Evolución reciente de las fuentes de energía en Europa
La invasión rusa de Ucrania desencadenó una crisis energética en toda Europa. Para remediar una situación que llegó a ser muy crítica, el viejo continente está transformando su forma de generar y almacenar energía.
El gas natural ruso, durante mucho tiempo el principal recurso energético de Europa, ha sido reemplazado por otras fuentes de energía. Entre ellas, destaca el gas natural licuado de Estados Unidos.
Por otro lado, la generación de energía eólica y solar en Europa ha aumentado alrededor de un 50% desde 2021, con nuevas centrales en todo el continente. Detrás existe una gran inversión para lograr la independencia, en la medida de lo posible, en materia de energía. Los fondos NGEU (Next Generation) están sufragando en los países gran parte de estos planes de desarrollo de las energías renovables en los países de la Unión.
Sin embargo, la seguridad energética de Europa sigue siendo frágil. Pese a los esfuerzos actuales, la región sigue produciendo mucho menos gas natural del que consume. Esto hace que la dependencia externa de otros países, especialmente Estados Unidos, sea demasiado alta. Y es que Europa aún está lejos de poder mantener el suministro eléctrico por sí misma y los precios se ven afectados por esta amenaza en el horizonte.
Gas, electricidad, precios y sostenibilidad
La electricidad juega un papel importante en el conjunto de la energía. La electrificación no solo es clave para la descarbonización, también puede suponer una oportunidad de alivio económico. La mayor eficiencia de la electricidad frente a los combustibles fósiles podría reducir las facturas energéticas de los hogares a la mitad para 2050, según la propia industria. Pero la factura de electricidad incluye impuestos y costes de suministro que penalizan 1,4 veces más a la electricidad que al gas.
Según la Asociación de Reguladores Energéticos de la UE (ACER), los costes anuales de las redes para los consumidores podrían dispararse entre un 50% y un 100% de aquí a 2050. El organismo indica que se debe a que las inversiones anuales en las redes eléctricas se duplicarán hasta alcanzar los 100.000 millones de euros anuales en las próximas décadas. Desde la entidad señalan que Europa necesita una electrificación limpia y autóctona para avanzar hacia una economía sostenible a un coste asequible. Con ello se abarataría la integración de renovables y se descongestionaría el sistema, aportando numerosos beneficios en todos los frentes.
Retos de la energía renovable en Europa
El gas natural impulsa el precio de la electricidad y es aproximadamente cuatro veces más caro que en Estados Unidos. El alto coste de la energía afecta a los hogares de muchos países de Europa y también a las empresas, con numerosos cierres de fábricas en el sector.
Todo ello debilita la economía europea y coloca a la región en una posición comprometida a medio plazo.
Así, alcanzar la ambición climática y energética de la Unión Europea requerirá de un esfuerzo sostenido de inversión para acelerar el despliegue de energías renovables e infraestructuras energéticas en la Unión.
Será clave aumentar la cuota de renovables mediante proyectos e iniciativas de gran envergadura. Para ello, los Estados tendrán que realizar inversiones en generación de energía renovable, tanto en las ya consolidadas como en soluciones innovadoras y nuevas alternativas como la energía geotérmica.
Por otro lado, serán necesarias reformas destinadas a crear un entorno regulatorio estable y sinergias adecuadas entre la inversión pública y privada. Sin olvidar también la necesidad de simplificar los trámites administrativos y adoptar nuevos programas de apoyo o prorrogar los existentes.