»España ha apostado por convertirse en potencia mundial del H2 renovable, creado a partir de agua y energía limpia. Para conseguirlo invertirá 8.900 millones de euros hasta 2030, 1.555 millones en los próximos dos años. Hay proyectos en marcha en todo el territorio, liderados por grandes compañías, para construir electrolizadores, hidrogeneras, hidroductos, corredores y valles dedicados a este vector energético de futuro»
Una molécula de agua (H2O) se puede romper en un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno (H2O) mediante un proceso de electrólisis que, si utiliza energía renovable, no libera CO2 a la atmósfera. El Gobierno de España ha apostado muy fuerte por este hidrógeno verde, cero emisiones, para acompañar a la solar, la eólica y compañía en la transición energética, dando estabilidad al sistema eléctrico y llegando, como el gas que es, a sectores difíciles (o imposibles) de electrificar como las acerías y otras industrias, el transporte pesado, la aviación o el sector marítimo.
«El hidrógeno renovable es uno de los vectores energéticos con mayor potencial, por su versatilidad», terciaElías Unzueta, gerente de Petronor Innovación y coordinador del Foro Sectorial del Hidrógeno en el Clúster de Energía Vasco. Sirve como materia prima para la industria. «Repsol lo utiliza en su procesos, siendo el mayor productor y el mayor consumidor de hidrógeno en España», recuerda Unzueta. Se usa como almacenamiento de energía renovable en situaciones de exceso de oferta; en el transporte (vehículos movidos con pila de hidrógeno); y, unido a CO2 capturado, para la fabricación de biocombustibles y combustibles sintéticos.
La tecnología tiene sus detractores, con argumentos bien elaborados sobre su ineficiencia, su falta de madurez, sus altos costes o el impacto ambiental de las instalaciones (electrolizadores) que será necesario construir. Pero lo cierto es que concurren dos elementos fundamentales para que esta apuesta con riesgos llegue a buen puerto: hay objetivos, pasos y plazos fijados en la ‘Hoja de Ruta del Hidrógeno Verde’, que es un capítulo de esa suerte de biblia de la descarbonización llamada PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030). Y hay dinero (mucho) asignado, a cargo de los fondos de recuperación de la Unión Europea, los Next Generation.
«El Gobierno va a invertir 8.900 millones de euros en hidrógeno verde hasta 2030, de los que 1.555 millones llegarán de aquí a 2023», desgrana Javier Brey, presidente de la Asociación Española del Hidrógeno (AeH2). Las previsiones de la hoja de ruta hablan de 600 MWh de potencia instalada en electrolizadores para 2024, de 4 GWh, 150 estaciones de servicio de hidrógeno (o hidrogeneras), 7.500 vehículos de hidrógeno o el 25% del hidrógeno industrial de origen renovable para 2030.
Las empresas han respondido y, según un censo de AeH2, a diciembre de 2020 se contabilizaban 502 grandes proyectos por valor de más de 10.000 millones de euros. Hay instalaciones demo, y pilotos, por donde se mire. Cataluña perfila su valle del hidrógeno, H2ValleyCat, una amalgama de más de 100 organizaciones públicas y privadas con la Universitat Rovira y Virgili como pegamento. Iberdrola, que su plan de inversión a 2030 sitúa a este gas verde como gran vector de crecimiento, espera producir 85.000 toneladas al año en 2030, y anuncia «corredores de hidrógeno verde» en las zonas logísticas de Zaragoza, el eje Mediterráneo y la Y vasca, con electrolizadores e hidrogeneras.
«Las grandes empresas son las que dan los titulares, y me alegro, pero también hay implicados un montón de pymes y autónomos», en multitud de consorcios, muy distribuidos geográficamente y con acento local, según destaca Brey. «Hay proyectos de trenes y aviones de hidrógeno, plantas de producción, uso en distintas industrias, clústeres, valles y corredores», enumera.
El hidrógeno verde es uno de los seis grandes PERTE o Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica, «proyectos de carácter estratégico con gran capacidad de arrastre para el crecimiento económico, el empleo y la competitividad de la economía española, con un alto componente de colaboración público-privada y transversales a las diferentes administraciones» (la definición es del propio Gobierno, en nota de prensa). Por su magnitud, es lógico que las grandes compañías actúen de locomotora pero la idea es que, en torno a ellas, participe toda la cadena de valor, con empresas de todos los tamaños.
La compañía de infraestructuras energéticas Redexis, cuya Fundación publicaba en 2020 un informe con título revelador –’Hidrógeno, clave para un modelo energético sostenible’–, trabaja en cuatro proyectos, según información recopilada por su departamento de prensa para este reportaje: OceanH2, «que busca desarrollar plantas marítimas de producción, almacenamiento y transporte de hidrógeno renovable a partir de energía eólica y fotovoltaica ‘offshore’; la integración de una pila de combustible en una estación de regulación y medida de uno de los gasoductos de Redexis en Zaragoza; el Proyecto Higgs, de cooperación europea, para estudiar «la posibilidad de inyectar hidrógeno en las infraestructuras existentes de gas natural».
Y Green Hysland, la primera iniciativa estratégica del sur de Europa, financiada por la Comisión Europea a través de la agrupación Fuel Cell and Hydrogen Joint Undertaking (FCH JU), para la creación de un ecosistema de hidrógeno verde en Baleares y en el que se creará hidrógeno renovable a partir de energía solar en la planta de Lloseta. «Redexis será la empresa encargada de construir el primer hidroducto de España, que permitirá el transporte del hidrógeno renovable desde Lloseta hasta los hogares, comercios e industrias de Mallorca», anuncia.
El Corredor Vasco del Hidrógeno, BH2C, impulsado por Repsol y Petronor, «nace buscando la revitalización de sectores estratégicos para la recuperación económica del País Vasco y sus alrededores, como el sector energético, el industrial, la movilidad y el sector servicios», en palabras deUnzueta. Participan unas 80 empresas, instituciones y centros de investigación, «que conseguirán movilizar unos 1.300 millones de euros destinados a la ejecución de 34 proyectos en toda la cadena de valor, con el objetivo de posicionar a la región como referente internacional en hidrógeno», añade. «La mitad de la inversión prevista se destinará a la producción de hidrógeno renovable», asegura.
Unzueta dice que Petronor ya contempla la sustitución de hidrógeno negro y gris (el que se obtiene a partir de hidrocarburos) por verde, y que impulsará, dentro del BH2C, la instalación de tres plantas con una capacidad total de 112 MW, la primera (y más pequeña), en funcionamiento para 2022, según está previsto.
Las oportunidades como país no son una, sino tres, según enfatiza Brey, que transmite su entusiasmo incluso por teléfono: convertirse en un gran productor de hidrógeno renovable más barato, porque tiene extensión de país y muchas horas de viento y de sol. Exportarlo, por un lado, al Norte de Europa, cuyo potencial en renovables es menor, no tiene tanta capacidad de producción y va a necesitar importar; y ser, por el otro, el gran ‘hub’ del sur de Europa para el gas verde procedente de África. Y exportar equipos, plantas, conocimiento y talento en materia de H2 al resto del mundo. Electrolizadores, pila de combustible; producción, almacenamiento, transporte, distribución; ingeniería, consultoría.
El presidente de AeH2 compara el momento con la ventana de oportunidad que en su día aprovechó España para auparse a una posición de liderazgo en renovables. «Hay mucha tecnología; el 3,6% de la producción científica de hidrógeno se lleva a cabo en España, cuando la contribución de España al PIB mundial es del 1,4%. Hemos de ser capaces de transferir todo ese conocimiento a las empresas, y desarrollar más tecnología española, para ser buenos ahora y en el futuro», exhorta.
En su opinión, los retos (se resiste a llamarlos problemas, dificultades o amenazas) pasan por empezar a fabricar y aumentar la producción. Ya. «Tendremos 150 plantas de hidrógeno dentro de 10 años, pero ahora mismo solo hay cinco», recuerda. «Es cierto que, desde el punto de vista de costes, la generación de hidrógeno renovable es menos competitiva que el hidrógeno convencional», admite Unzueta, aunque, dado el coste actual del CO2, es posible que el reformado de vapor deje de ser competitivo pronto, según plantea. «Las inversiones que se están poniendo en juego en hidrógeno renovable pretenden acelerar los desarrollos tecnológicos de su escalado y mejora de eficiencia para incrementar su competitividad, e implantarlos en un horizonte temporal mucho menor», subraya.