España se ha enfrentado a cuatro elecciones en cuatro años, algo nunca visto en los países de nuestro entorno, y las consecuencias económicas no son pequeñas.
España se enfrenta a una desaceleración más severa de lo estimado hace solo unos meses por el gobierno. La ministra de Economía aseguraba en julio de 2019 que se planteaban revisar al alza las estimaciones de crecimiento. Solo dos meses después, el Banco de España cercenaba las expectativas de crecimiento para 2019 en más de un 16%, y con ella las de 2020 y 2021. La Comisión Europea revisaba a la baja sus expectativas para 2019 a un crecimiento del 1,9% y al 1,5% en 2020.
Los índices de confianza del consumidor, manufacturero y de servicios se encuentran a mínimos de 2013, y sin embargo existe entre muchos agentes económicos una cierta sensación de alivio, ya que el bloqueo ha impedido un enorme aumento de impuestos y de gastos. A pesar de mantener los presupuestos prorrogados, el déficit público, lejos de reducirse, aumenta un 18% interanual hasta junio de 2019 por el fuerte incremento que ha registrado el gasto en el último año.
Es cierto que la prórroga de presupuestos puede dar una sensación de “hubiera sido peor”. En España no existe el concepto norteamericano de “parada de gobierno”, ya que los presupuestos se prorrogan y las instituciones no dejan de funcionar, no se deja de pagar los salarios públicos o las pensiones. Sin embargo, sí hay consecuencias económicas importantes.
España abandonó el impulso reformista ya hace años y, en muchos aspectos, el gobierno vive apalancado a la política monetaria que, si bien ha llevado a las primas de riesgo de toda Europa a mínimos históricos, disfraza el riesgo real. Si analizamos la reducción del déficit de los dos últimos años, en plena época de crecimiento, viene fundamentalmente de un menor coste de intereses de la deuda, no de reducción de gastos.
Una prorroga adicional de presupuestos tiene tres impactos económicos claros. Se dificulta la revalorización de las pensiones, la actualización de los salarios públicos, la financiación de las comunidades autónomas, que destinan más de un 70% de sus presupuestos a Sanidad y Educación, y se frena la inversión en infraestructuras.
No es sencillo hacer estimaciones del impacto económico, pero tenemos tres que se pueden estimar: Coste de oportunidad, impacto en empleo y, por supuesto, efecto alivio ante la imposibilidad de imponer medidas anti-crecimiento.
Si empezamos por este último, es evidente que España todavía crece al 2% y crea menos puestos de trabajo, pero crea empleo neto, porque no se han implementado las subidas de impuestos anunciadas y las derogaciones de leyes esenciales. En ese sentido, el bloqueo político tiene un efecto positivo que podemos cifrar en hasta 150.000 empleos y un 0,2% del PIB.
El coste de oportunidad es evidente. Las inversiones, decisiones de contratación y de consumo se frenan ante la falta de claridad. La pérdida de tiempo, falta de reformas esenciales en la Seguridad Social, legislación laboral, energética y financiación autonómica, lleva a España a perder la oportunidad de llevar a cabo dichas reformas en periodo de crecimiento y con importantes vientos de cola, bajos tipos de interés, política monetaria expansiva y precios del petróleo asequibles. Ese coste de oportunidad es mayor si el país se ve en la necesidad, como ocurrió en 2012, de llevar a cabo las reformas en periodo de desaceleración.
Por el lado del impacto negativo, BBVA Research asume que la actual incertidumbre podría restar entre una y tres décimas al crecimiento anual del PIB, y supone un impacto en el mercado laboral de entre 150.000 y 200.000 empleos menos.
Por supuesto, estas cifras son estimaciones con un supuesto de partida clave: que la alternativa a la situación actual sea un gobierno no solamente estable y que lleve a cabo las reformas adecuadas. No es un punto de partida fácil de asumir, ya que la fragmentación del arco parlamentario parece empeorar con la llegada de nuevos partidos y la posibilidad de acordar reformas estructurales es muy baja.
“Daniel Lacalle. Economista, director de Inversiones en Tressis Gestión, autor, asesor internacional, profesor de Economía Global en IE e IEB.”